Sunday, April 15, 2007

Onésimo Primero uno guan.

Y deseaba yo decirle tantas cosas...

Besar al borde de una mordida la esquina inferior izquierda de su barbilla al tiempo que el aroma de su boca se quedara grabado para la posteridad sin él.

Pero esa nunca he sido yo. Me río y cruzo la calle por la mitad, doy vueltas en diagonal y me tiro a mitad de la avenida. Mi vestido me rodea como quinceañera de fotografía de no ser por mis tennis mas desgastados que los del vagabundo que me mira extrañado.
En mis cabellos quedan marcas de tus dedos, junto con algunas sílabas inconexas del relato que no alcancé a entender por ocuparme inventariando los tonos de tu voz.


Te ries. Tu risa que ya suena distinta, tiene tintes de gente que no conozco, y de tu vida en ese otro continente donde no entiendo el idioma y donde tienes ya las miras de comprar un terrenito.
Te ríes y guardo tu risa enredada en uno de mis listones.

Sé que es una de las últimas.

Y cómo te extraño cada vez que te veo...

Los amores cobardes no llegan a amores, ni a historias, tan sólo se quedan ahí...

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